sábado, 15 de octubre de 2011

DE PAJAREO EN LAS CAÑAS II

Tras una buena noche de descanso, despertarse en el campo con los cantos de los oropéndolas (Oriolus oriolus) es toda una experiencia. Este hecho fue el que me llevó a dar una vuelta a las 7 de la mañana. Fui sin cámara, de lo que me arrepentiría poco después.

Puerta de la Ermita de Cuevas.
Decidí ir en busca de los oropéndolas a ver si podía ver alguno. Seguía su canto como las polillas siguen a la luz y, cerca de la Ermita de Cuevas, descubrí el árbol donde se encontraba uno de estos maravillosos pájaros. Obviamente, no estaba a la vista pero esperé varios minutos a ver si se colocaba en una de las ramas que se situaban dentro de mi campo de visión. No lo hizo, pero salió volando, y teniendo en cuenta lo cerca que me encontraba del árbol, pude ver claramente que era un macho.
Empezaba bien el día. Con la observación del Oriolus aún en la retina comencé a escuchar los reiterados reclamos de un bando de abejarucos (Merops apiaster) que volaban encima de un campo de siega, entre un viñedo y el bosquete de pino carrasco que comenté en la anterior entrada. Me senté al borde de una ladera y me dispuse a disfrutar de estos bellos insectívoros.

Abejaruco común (Merops apiaster).
Sediento de más, me levanté al poco para internarme en la pequeña arboleda de pino carrasco (Pinus halepensis), sorprendiendo a varias palomas torcaces que pronto comenzaron a arrullar magníficamente a la sombra de las coníferas.

Paloma torcaz (Columba palumbus).
Encontré una pluma de esta especie de paloma que no dudé en guardarme en el bolsillo. Me topé con multitud de habitantes en el pequeño pinar: agateadores comunes, un pico picapinos, reyezuelos listados y 3 papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca).

Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) fotografiado en Txoriherri.
Teniendo eCn cuenta el tamaño de la arboleda no era una cantidad nada despreciable, además todavía me quedaban algunos por descubrir, como las tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) o un nervioso mosquitero papialbo (Phylloscopus bonelli) que no paraba de saltar por las ramas de los preciosos carrascos.

Mosquitero papialbo (Phylloscopus bonelli).
Un bando de jilgueros se alimentaba en las inmediaciones y un águila calzada me llevó a acercarme al viñedo, en el que a su vez, escucharía a la perdiz roja (Alectoris rufa). Me asomé por una de las filas del viñedo y ahí estaba, correteando a lo largo de la línea para meterse un par de metros después entre las vides. Para mi sorpresa, asomándome en otra fila para intentar descubrir otra perdiz, pillé a dos conejos comunes (Oryctolagus cuniculus) que fueron bastante más confiados que el fasiánido.
Para este momento, mi arrepentimiento por no haber llevado la cámara era total, pero al menos disponía de los prismáticos.
Regresé a la tienda y rápidamente nos pusimos rumbo a Las Cañas, aunque no sin antes escuchar a las insistentes currucas cabecinegras (Sylvia melanocephala) que clamaban en los arbustos.

Curruca cabecinegra macho (Sylvia melanocephala) fotografiada en La Galea.
Hoy sólo daríamos un rodeo al embalse, lo justo para observar a los somormujos lavancos, cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) y ardéidas que allí se encontraban. Los ánades reales y porrones europeos también eran abundantes.

Somormujos lavancos (Podiceps cristatus), cría y adulto.
Cormorán grande (Phalacrocorax carbo).
Pareja de ánades reales (Anas platyrhynchos).
Alguna gallineta común decidió salir de su escondite entre los carrizos permitiéndonos disfrutar de ellas durante varios minutos. La valiente pareja de laguneros no dejaba de vigilar su territorio, aunque una calzada de fase clara se coló en sus dominios librándose además de posibles represalias.

Águila calzada (Hieraaetus pennatus).
Un último vistazo con el telescopio a la laguna y nos pondríamos rumbo al Ebro, nuestro objetivo de la jornada. No vimos nada especial. Ni los tarros canelos del día anterior, ni garzas imperiales, ni tampoco martinetes. Aunque los patos colorados no faltaron a la cita.

Garza imperial (Ardea purpurea) fotografiada el año anterior en Las Cañas.
Martinete (Nycticorax nycticorax) fotografiado el año anterior en Las Cañas.
Ya en camino, vimos que el paisaje era el de siempre: viñedos, campos, olivares y más viñedos. Atravesando los prados, dimos con varias collalbas grises (Oenanthe oenanthe) e incluso un bisbita campestre (Anthus campestris), pero no serían los únicos avistamientos. Una pareja de cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) sobrevoló nuestras cabezas.

Collalba gris (Oenanthe oenanthe).
Uno de los dos adultos de cigüeña blanca (Ciconia ciconia) que cría en Forua (Urdaibai).
Tratando de divisar a algún mochuelo en una construcción de piedra en ruinas observamos una pareja de cernícalos primillas (Falco naumanni) saliendo de dicho lugar, dejándonos disfrutar de ellos durante un buen rato.

Hembra de cernícalo primilla (Falco naumanni).
El cardo Echinops ritro coloreaba de azul los bordes de los caminos, y en los taludes, hallamos numerosos nidos (ya vacíos) de abejarucos comunes que inevitablemente retrasaron nuestra marcha.

Echinops ritro.
Nidos de abejarucos comunes.
Como es natural, en los hábitats en los que nos internamos, sólo pudimos disfrutar de los típicos líquenes Physcia aipolia y Xanthoria parietina, ya que los árboles son escasos.
La planta Limonium sp., hermosamente florida, aparecía escasamente en los taludes mientras una pareja de chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax) huían a las alturas rodeando a un buitre leonado (Gyps fulvus).

Limonium sp.
Pareja de chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax) junto a buitre leonado (Gyps fulvus).
A lo lejos, descubrimos la línea de vegetación ribereña que sin duda pertenecía al Ebro y hacia allí dirigimos nuestros pasos. Al llegar, una gran plantación de chopos nos regaló un poco de sombra, díficil de encontrar por estos lares.

Plantación de chopos (Populus nigra) junto al Ebro.
Al alcanzar el borde del gran río sentimos una sensación especial. El sonido e hipnotizante movimiento del agua nos obligó a detenernos y descansar, mientras en la otra orilla, un andarríos chico y una garceta común luchaban por sobrevivir.

El río Ebro.
Tras recuperar un poco la noción del tiempo nos levantamos y seguimos un sendero que nos llevaría a Las Cañas. Las lavanderas blancas (Motacilla alba) y los zarceros comunes (Hippolais polyglotta) eran las especies que aparecieron en mayor número.

Zarcero común (Hippolais polyglotta).
El itinerario era tranquilo, una tranquilidad sólo rota por unos 30 aviones comunes que se alimentaban en las alturas y un ratonero común (Buteo buteo) al que sorprendimos muy cerca del camino, obligándole sin querer a alzar el vuelo.

Busardo ratonero (Buteo buteo).
No tardamos en llegar a las inmediaciones del embalse. 2 invertebrados, de los pocos observados durante nuestra estancia en tierras navarras, aparecieron cerca: un díptero de la subfamilia Anthraciinae y la libélula Sympetrum fonscolombii.

Díptero de la subfamilia Anthraciinae.
Macho de Sympetrum fonscolombii.
Seguíamos disfrutando de los viñedos y, en uno de ellos, descubrimos un macho de alcaudón común que parecía otear el entorno en busca de presas.
Volvimos a la charca donde el día anterior pudimos deleitarnos con las ranas comunes, pudiendo fotografiar esta vez a un macho y a un visitante introducido como es el cangrejo de río americano (Procambarus clarkii).

Macho de rana común (Pelophylax perezi).
Cangrejo de río americano (Procambarus clarkii).
En los campos no paraban de moverse las cogujadas comunes (Galerida cristata), aunque para mi desgracia siempre mantenían las distancias. Tal vez era mejor así.

Cogujada común (Galerida cristata).
Una vez en la Ermita, nos llevamos una sorpresa. Una gran avispa se movía por los alrededores y la seguimos hasta el pórtico. Poseía unas patas largas y un tórax finísimo que le confería un extraño aspecto. Era una Sceliphron spirifex y debía estar realizando labores de mantenimiento en su nido, el cual estaba hecho de barro y tenía un tamaño nada despreciable.

Nido y ejemplar de Sceliphron spirifex.
El viaje tocaba a su fin a la vez que el día nos despedía con la suave luz del atardecer. Los cantos y reclamos de agateadores, abejarucos, perdices, pardillos, oropéndolas y palomas torcaces se desvanecían para dar paso a los reclamos de mochuelos y autillos (Otus scops).

Pardillo común macho (Carduelis cannabina).
Como colofón final quisimos conversar con los pequeños autillos tratando de imitarles por medio de silbidos. Atraer a 2 o 3 de estas pequeñas rapaces nocturnas en la noche navarra, es una experiencia difícil de olvidar. Un ejemplar se posó muy cerca, tan cerca que podíamos tocar el árbol en el que se encontraba sin que se asustara, aunque el follaje ocultaba su críptica silueta. Fue un momento muy emocionante pero breve, pues no somos amigos de molestar demasiado a los animales.
Nos dio pena regresar a Bilbao. Lo vivido en Las Cañas y alrededores fue tan bonito, plagado de tantos momentos apasionantes que no podíamos sino sentir tristeza por nuestra marcha. Pero volveremos, ya lo creo que sí.

Precioso paisaje del valle del Ebro, tan solo estropeado por los aerogeneradores.


Endika


6 comentarios:

  1. Delicioso passear por aqui... uffff... tanta imagem magnífica... eu me perdi em sonhos...
    Parabéns pela reportagem.
    Felicidades.
    Beijo carinhoso.

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  2. Magnífico reportaje!. Mientras lo leía parecía que escuchaba cada sonido y veía a cada especie. Saludos!!
    http://avesyestrellas.blogspot.com

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  3. Muchísimas gracias por los comentarios!! me alegro de que os haya gustado la entrada.
    Saludos.

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  4. Muy buena entrada, de las que me gustan a mi, bien explicada de viajero observador, sin fotos de laboratorio y viviendo la experiencia.
    Saludos camperos.
    =por cierto esto seria agosto,no??

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  5. Realmente fue una experiencia maravillosa. Efectivamente es Agosto, el día 12 concretamente, se me ha olvidado ponerlo.Y a ver si sacas tiempo para acercarte al embalse, es muy recomendable. Saludos.

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  6. Magnifico reportaje,me encanta la paloma torcaz,muy expresiva,Saludos amigos

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