viernes, 30 de marzo de 2012

GARDUÑA EN CUZCURRITA

Fueron 3 días en La Rioja, concretamente en el pequeño pueblo de Cuzcurrita de Río Tirón, y no imaginaba la observación que me depararía la segunda noche.
Las mañanas y las tardes las disfruté escuchando a los estorninos negros y colirrojos tizones cantar desde lo alto de los tejados; las noches, deleitándome con el monótono pero especial canto del autillo, mientras caminaba junto al Río Tirón o al Castillo de Cuzcurrita bajo un manto de estrellas y la imponente visión de los planetas Marte, Venus y Jupiter.

Estornino negro (Sturnus unicolor).
Aquellas mañanas del pasado fin de semana, no fueron especialmente productivas en cuanto a aves.

Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus).
Las dos primeras las ocupé entre viñedos y olivares, observando gustoso el vuelo de canto de las cogujadas comunes, algún pico picapinos, pardillos, trigueros, escribanos soteños e incluso un águila real que sobrevoló la zona a gran altura, entre otras especies.

Hábitat típico donde poder disfrutar de especies como trigueros y cogujadas comunes.
Cogujada común (Galerida cristata) en el viñedo.
Escribano soteño macho (Emberiza cirlus).
La tercera discurrió en Pancorbo y, aquí, a parte de los cercanos buitres leonados, aviones roqueros, chovas piquirrojas y el lejano canto de mi primer cuco de la temporada, me entretuve identificando las especies botánicas del lugar, arbustivas y arbóreas, pues mis conocimientos no dan para mucho más.

Avión roquero (Ptyonoprogne rupestris).
Buitre leonado (Gyps fulvus).
En esta fotografía, podemos distinguir un enebro común en primer plano; boj, arriba a la izquierda y sabina negral, arriba a la derecha.
Al fondo podemos ver parte del melojar de Pancorbo.
Boj (Buxus sempervirens), sabina negral (Juniperus phoenicea), enebro común (Juniperus communis), coscoja (Quercus coccifera) reinaban allí donde el rocaje no se elevaba por encima del terreno.

Un pequeño ejemplar de boj (Buxus sempervirens).
Coscojas (Quercus coccifera).
Varias decenas de metros más adelante, extendía su imperio el roble melojo (Quercus pyrenaica), sólo interrumpido por plantaciones de pino silvestre (Pinus sylvestris) y solitarios chopos (Populus nigra). Aunque era engañoso, ya que adentrándonos en el bosque a través de la pista forestal que allí se encontraba, descubrimos una masa forestal de gran diversidad.

Detrás de un pequeña masa de sabinas, boj y coscojas se extendía el bosque de robles (Quercus pyrenaica).
Tras el melojar, aparecían hayas y, posteriormente avellanos, más pinares y un gran encinar que cubría la última parte de la foresta. Todo ello aderezado por innumerables cantos: agateadores comunes, zorzales comunes, mirlos comunes, pinzones vulgares, carboneros garrapinos, etc.

Al fin, relataré lo acaecido la segunda noche en este acogedor pueblo riojano. El escenario no cambia en exceso en comparación con la anterior noche, pues, prismáticos y linterna en mano, merodeé en torno al pueblo en busca de autillos y lechuzas, aunque solo pude oírlos. Paseando por una zona en la que no esperaba ningún avistamiento en forma de rapaz nocturna, observé, gracias a Zuriñe (dicho sea de paso) un pequeño mamífero que se escondía bajo un coche después de cruzar la carretera. Varios segundos después volvió a salir, y atravesando la misma acera que nosotros ocupábamos pero, en dirección contraria, se dirigió hacia un cruce y se detuvo en él para observarnos, o tal vez olfatearnos. Fue en este momento en el que lo identifiqué como una garduña (Martes foina), pues su babero era blanco puro y su cabeza tenía una estructura más propia de ésta que de la marta (Martes martes). Aún así, me quedaba cierto atisbo de duda, ya que la luz artificial puede que alterara el color del babero.

El Castillo de Cuzcurrita en la noche, entre cantos de autillos.
Acudimos al cruce, sin hacer ruido y sin esperanzas de volver a ver al mustélido. Pero allí estaba otra vez, internándose en los soportales de las viviendas a unos 15 metros calculo, quizá menos. La poca distancia más los prismáticos me permitieron un detalle tan solo deteriorado por la luz artificial.
El mustélido, sin percatarse aparentemente de nuestra presencia, continuó hasta un nuevo cruce en el que giró a la izquierda. En está ocasión, nuestras esperanzas de volver a disfrutar de su observación se desvanecieron hasta que volvimos a verlo, ésta vez a menor distancia. Se encontraba en nuestra misma acera y, para nuestra sorpresa, se dirigía hacia nosotros a pequeños saltos, su forma característica de moverse. En ese momento, pude identificarla claramente como garduña, pues el blanco puro era muy patente a esa distancia y dicha mancha cubría parte de ambas patas delanteras.

Imagen tomada poco después del encuentro con la garduña (Martes foina), en el último lugar donde la observamos.
A unos 4 metros, parece ser que nos detectó y decidió cruzar la carretera en diagonal para esquivarnos, aunque prácticamente sin alejarse de nosotros. Ascendió por la verja de la puerta exterior de un chalet y permaneció inmóvil unos segundos en su cima. Acto seguido, bajó a la acera y huyó a toda velocidad hacia otra verja trepando a través de ella y metiéndose de un salto en el jardín, donde concluyó el encuentro con la garduña.

Me siento muy afortunado de haber vivido esta experiencia. Verlo en su hábitat natural habría sido la guinda, pero haberlo visto en pleno pueblo supone, también, una experiencia inolvidable.

5 comentarios:

  1. Pues si que sería una experiencia bonita, yo solo la he podido ver muerta a orillas de una carretera. Seguramente moriran muchas atropelladas al cabo del año. Saludos desde mi terruño.

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  2. Sin duda una gran experiencia, yo no he tenido nunca la fortuna de ver ninguna en libertad. Saludos

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  3. Lovely photos
    greetings from sweden
    /Ingemar

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  4. Bonitos paisajes por esas tierras,saludos amigos desde Andalucia.

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  5. Hi!
    Great serie with lovely photos of bird in flight.
    Greetings from Sweden
    /Ingemar

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