jueves, 13 de marzo de 2014

DE FORESTALES Y RUPÍCOLAS POR SIERRA SALVADA

La jornada del pasado lunes fue una de esas en las que disfrutas de cada observación, porque por alguna razón las aves te brindan la oportunidad de disfrutarlas activas y a escasa distancia. Pero no sólo las aves me hicieron disfrutar. El paisaje sobrecogedor de las paredes de roca caliza de Sierra Salvada, al igual que los hayedos y quejigales son un espectáculo en sí mismos.

El majestuoso Pico del Fraile, un auténtico monumento natural esculpido por la lluvia y el viento.


En el viaje de ida en tren ya comencé a vislumbrar que era mi día de suerte, pues pude ver como un corzo Capreolus capreolus brincaba tratando de cruzar un río poco profundo. Además, en la subida hacia Sierra Salvada llegué a observar hasta dos ratones de campo Apodemus sylvaticus (uno más en la bajada), gracias a prestar atención a sus movimientos entre la hojarasca en los bordes de la pista. Uno de ellos permaneció bastante tiempo asomando la cabeza entre las hojas caídas de los quejigos, pero aprovechó para huir justo en el momento en el que me disponía a colocar el ojo en el visor de la cámara. Una pena.

Hepatica nobilis en el hayedo.
Posteriormente, me detuve un rato en medio del ascenso para tomar algunas fotos de los pequeños pájaros que se mostraban inquietos y confiados.

Reyezuelo listado Regulus ignicapilla.
Primero, un confiado reyezuelo listado Regulus ignicapilla que revoloteaba en un acebo Ilex aquifolium. Posó tan bien que puedo decir sin temor a equivocarme que son mis mejores capturas de esta especie. ¡Gracias reyezuelo!

Reyezuelo listado / Erregetxo bekainzuri.

Common firecrest Regulus ignicapilla.
Al poco, el reclamo del carbonero palustre Poecile palustris me puso en alerta y con paciencia pude inmortalizarlo decentemente, pero sin grandes alardes.

El carbonero palustre Poecile palustris es para mí el párido de los bosques maduros por excelencia.
Aún así, sintiendo como siento una debilidad especial hacia este párido, no especialmente bonito en comparación con algunos de sus parientes (herrerillo común, herrerillo capuchino), cualquier toma, sea de la calidad que sea me hace feliz. Incluida, la simple y sencilla contemplación.

Carbonero palustre / Marsh tit.

Kaskabeltz txiki / Carbonero palustre.
Pero fue minutos después del encuentro con el párido cuando llegó uno de los momentos más maravillosos y gratificantes, no sólo de aquella jornada, sino en lo que llevo de año. Para algunos seguro que no tiene mucha importancia por ser una especie común, pero tener un trepador azul Sitta europaea tan confiado como este reclamando y dejando que observes su comportamiento con tranquilidad a la vera de una majestuosa haya, no tiene precio. Os mostraré el grueso de las capturas en una futura entrada monográfica sobre esta especie.

Trepador azul Sitta europaea caesia.

Trepador azul trepando por el tronco de un quejigo Quercus faginea.
En la pared rocosa continuó el show. Una serie de maravillosas escenas protagonizadas por diferentes aves, con el roquedo calizo y el valle de Orduña como telón de fondo; los cantos de zorzales charlos, collalbas grises y alondras totovías y los evocadores reclamos de chovas piquirrojas y piquigualdas, cuervos, cernícalos vulgares y aviones roqueros como aderezo sonoro. Alucinante.

Chovas piquigualdas Pyrrhocorax graculus.

Chovas piquirrojas Pyrrhocorax pyrrhocorax.
Por supuesto, no me olvido de los buitres leonados Gyps fulvus. Ya en sus nidos, algunos con pollos; otros recogiendo material para arreglar un poco más el lugar donde han de criar al futuro de la especie.


Me sigue impresionando el sonido que hace el aire al pasar por sus alas cuando vuelan próximos. Pese a verlos con frecuencia, su portentoso tamaño y su aspecto son dignos de admirar, nunca cansan.

Buitre leonado Gyps fulvus.-Digiscoping-

En ocasiones, estos grandes carroñeros pasan realmente cerca.
Mención a parte merecen las acrobacias aéreas de las chovas, sobre todo de las piquigualdas Pyrrhocorax graculus, haciendo gala de una maniobrabilidad y un manejo del vuelo espectaculares.

Las chovas piquigualdas siempre sorprenden con sus cabriolas en el aire.

Aves alpinas por excelencia, están tan bien adaptadas a la altitud que en el Himalaya crían por encima de los 6000 m.

Chova piquigualda / Alpine chough.
Ya durante el descenso, los chochines Troglodytes troglodytes moviéndose entre los arbustos y los petirrojos Erithacus rubecula cantando desde sus respectivas perchas me ofrecieron una despedida digna de Sierra Salvada. Jamás defrauda.

Petirrojo Erithacus rubecula.

Vista del valle de Orduña desde el quejigal.

¡Hasta la próxima entrada!

8 comentarios:

  1. Gran salida y completa entrada.
    buenas fotos de las Chovas piquigualdas, éstas todavía me faltan en mi Big Year.

    Saludos desde León

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    1. ¡Muchas gracias! Entonces tendrás que ir a Picos a apuntártelas je, je.

      ¡Un saludo!

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  2. Buena entrada y buen día de campo que supiste aprovechar al máximo. En estas fechas, los paseriformes andan ya como locos con el ajetreo amoroso que se les viene encima. Los días de buena climatología son una auténtica gozada para observar a estos pequeños alados. Una gozada de sitio el que nos muestras.
    Un saludo

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    1. Muchas gracias compañeros. Además, yo creo que se ha juntado el hecho de que hemos tenido por aquí un tiempo de perros hasta marzo, por lo que parece que las aves estaban esperando como agua de mayo un cambio en la meteorología para empezar con sus escarceos amorosos. El entorno una gozada, personalmente, uno de mis favoritos para campear.
      ¡Un saludo!

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  3. Uma saída fantástica com algumas espécies que nunca observei e que não temos por cá como o Poecile palustris.

    Saludos

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    1. ¡Muchas gracias Inocêncio! El Poecile palustris es una de mis especies favoritas, por lo que creo que es una suerte tenerla por aquí.

      ¡Un saludo!

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  4. Qué paisaje tan bello y que chulo el pequeño Reyezuelo.. Un saludillo..

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    1. Realmente lo es Ana, un lugar tan bonito como sus habitantes alados. ¡Gracias por comentar!

      ¡Un saludo!

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