viernes, 27 de mayo de 2011

ORDUÑA, HOGAR DE AVES

Las siluetas de los buitres leonados sobrevuelan un pueblo. Cual guardianes de los cortados rocosos que lo rodean, los bandos se mueven en círculos sobre un enclave que es la única ciudad vizcaína.
En el mapa, lo encontraremos como una isla en un mar alavés y burgalés. Se trata de Orduña.

Buitre leonado Gyps fulvus, ave emblemática de Orduña
Varias rutas parten desde aquí en diferentes direcciones. Nosotros seguimos la del Oeste, muy cerca de la estación de tren, de la cual partimos el pasado 16 de abril en busca de aventuras.


Es una senda muy conocida en Bizkaia, la subida al Txarlazo (también conocida como la subida a la virgen), cuya cima se encuentra a unos 1014 metros de altitud.

Mapa de situación de la ruta (para más información pinchad aquí)
Con el sol desperezándonos con sus primeros rayos, entramos en una pista de tierra. Los mirlos Turdus merula cantan expuestos en los cables eléctricos y los estorninos negros Sturnus unicolor emiten sus característicos y extraños sonidos en lo alto de los tejados.

Mirlo común macho Turdus merula.
A escasos metros de nuestra posición, una golondrina común Hirundo rustica recoge barro para construir su nido.

Golondrina común Hirundo rustica.
El día es precioso. Pocas nubes bañan el cielo y el sol luce majestuoso todavía bajo por la pronta hora.
Una valla de madera a modo de entrada, nos da la bienvenida al maravilloso periplo que nos espera en la salvaje Orduña.

Un chochín Troglodytes troglodytes canta en la espesura, mientras un escribano soteño Emberiza cirlus entona enérgicamente su canción de amor en la copa de un árbol. 
Emocionándonos con las melodías que resuenan en el quejigal que tenemos delante, proseguimos la marcha en busca de nuevas sorpresas.
Un primo del escribano soteño, el escribano cerillo Emberiza citrinella, permanece quieto en un árbol junto al camino, impasible ante la atenta mirada de dos locos.

Escribano cerillo Emberiza citrinella.
De repente, observamos un trepador azul Sitta europaea que corretea en el tronco de un quejigo Quercus faginea que se encuentra inmediatamente delante de nosotros.

Trepador azul Sitta europaea.
Caminando nos topamos con las hermosas flores que adornan los bordes de la pista. La Aquilegia vulgaris, de singular belleza, pinta de violeta cada rincón, a la vez que la orquídea macho Orchis mascula)alimenta nuestro espíritu con el vivo morado y las caprichosas formas de sus flores.

Orquídea macho Orchis mascula.
El cuco Cuculus canorus comienza a oírse, y los páridos como el carbonero común Parus major y el herrerillo común Parus caeruleus se alimentan  mientras sus sonidos se oyen aquí y allá mostrándonos su frenética actividad.

Herrerillo común Parus caeruleus.
La temperatura es ideal y el día parece perfecto para la observación de aves, con lo que nuestra ilusión por ver que hay más adelante nos hace, fruto de la impaciencia, ir algo más rápido.

Comenzamos a ver las primeras hayas Fagus sylvatica a la vez que escuchamos a los primeros carboneros garrapinos Parus ater. El reclamo lastimero de un camachuelo Pyrrhula pyrrhula es la excusa ideal para detenernos y, mirando hacia las hayas y quejigos que hay junto a la pista, ver el vivo rojo de estos fringílidos entre las ramas.
Las violetas de monte Viola riviniana combinan con los tóxicos y menos llamativos heléboros fétidos Helleborus foetidus.

Heléboro fétido Helleborus foetidus.
Las chovas piquirrojas Pyrrhocorax pyrrhocorax y los buitres leonados ya sobrevuelan nuestras cabezas, por lo que la cima debe estar cerca. Los carboneros palustres Parus palustris y garrapinos se posan a escasos metros en las ramas de los árboles buscando incesantemente algo que llevarse al pico.

Carbonero garrapinos Parus ater.
 Un arrendajo Garrulus glandarius se posa cerca y el pito real Picus viridis suelta su típica y burlona carcajada, tal vez sabedor de que una día más, nos dará esquinazo y no lograremos observar su verdoso plumaje.

Arrendajo Garrulus glandarius.
Una babosa común Arion ater avanza lenta al igual que nosotros que comenzamos a detenernos mayor número de veces para retratar, por medio de la cámara, al gran número de pequeñas aves que vuelan a nuestro alrededor.

Babosa común Arion ater.
Por fin vemos la llegada, un camino entre el roquedo que acaba en una valla, similar a la del inicio.

Camino de llegada entre el roquedo
La planta Globularia nubicaulis se deja ver entre la hierba y el colirrojo tizón Phoenicurus ochruros canta, probablemente en alguna roca expuesta.

Globularia nudicaulis.
Cruzamos la valla y vemos la Sierra Salvada con ese paisaje que tanto nos maravilla. Al fondo, un pinar de pino silvestre Pinus sylvestris y algo más lejos el hayedo. Avanzamos unos metros y ya oímos a los bisbitas arbóreos Anthus trivialis. Cruzamos la zona de menor longitud del pinar y llegamos al sabinar, una zona de enebros jóvenes Juniperus communis, espino albar Crataegus monogyna, endrino Prunus spinosa y algún acebo Ilex aquifolium, el cual nos permite ver en su base las señales de los herbívoros, como corzos, ciervos… que a fuerza de alimentarse de los brotes más bajos transforman el porte específico del árbol.

Acebo Ilex aquifolium con la base transformada por los herbívoros
El zorzal charlo Turdus viscivorus y el cuco cantan a dúo y, en ese preciso instante, una culebrera europea Circaetus gallicus vuela a gran altura, como si quisiese desafiar la hegemonía del astro rey.
Una detenida observación al suelo, y entre la hierba sorprendemos a un escarabajo endémico del norte de iberia, el Iberodorcadion circumcinctum.

Iberodorcadion circumcinctum ariasi.
Avanzamos varios metros y empezamos a escuchar el canto explosivo de la curruca carrasqueña Sylvia cantillans, a la que observamos tras una pequeña inspección a la punta de los arbustos que nos rodean. Su bigote blanco y el precioso rojo ladrillo de su pecho resaltan en la distancia. Segundos después, diversos pajarillos pasan volando por encima de nosotros posándose en lejanos enebros. El color del pecho de éstos es rosa brillante, son pardillos Carduelis cannabina, que enseguida inician su particular concierto solista, de los más virtuosos entre las passeriformes ibéricas.

Pardillo común Carduelis cannabina.
El sabinar concluye y nos dirigimos, utilizando el pinar como nexo, hacia el monumento de la virgen de Orduña. Carboneros garrapinos, zorzales charlos y camachuelos llenan de alegría el ambiente mientras el sol se esconde entre las nubes. Salimos del pinar y ya vemos a la virgen sujeta por un árbol de piedra. Los bisbitas arbóreos escapan a nuestro paso, firme y seguro, ya deseosos de alcanzar la cima, para poder ver, una vez allí, las impresionantes vistas que nos aguardan.

Llegamos por la derecha del monumento y al acercarnos al barranco un acentor alpino Prunella collaris se posa en uno de los focos cuyo objetivo es alumbrar a la virgen hasta en la más sombría de las noches. Huye, no muy lejos, y nos permite observarlo un rato más antes de su definitiva fuga.

Acentor alpino Prunella collaris.
 Los buitres leonados planean a pocos metros y las primeras chovas piquigualdas Pyrrhocorax graculus reclaman en las alturas.
Acto seguido visitamos la zona donde se encuentra la inmensa mole llamada pico del fraile para admirar su grandeza y de paso, avistar algún nido de buitre. Volvemos nuestros pasos y regresamos a la zona de enebros cruzándola hasta llegar al hayedo.

Pico del fraile con su característica forma a la que debe su nombre
Las impresionantes hayas trasmochas que allí se encuentran hacen volar nuestra imaginación, la magia y la fantasía aparece con más fuerza en nuestras mentes al dar con uno de los hongos más espectaculares, el falso yesquero Ganoderma sp., capaz de resistir el peso de un hombre (de hecho, se puede escalar el árbol utilizándolos a modo de escaleras) y de tamaño considerable. 

Falso yesquero Ganoderma sp..
El cuco suena ahora cerca y decidimos ir en su busca. Con paso sigiloso nos vamos acercando poco a poco, aunque costosamente, ya que la hojarasca del suelo forestal no nos permite avanzar aprisa. Segundo a segundo, paso a paso, el canto se oye cada vez más intenso. Ya estamos a pocos metros del árbol en el que creemos está posado el objeto de nuestra misión, y avanzando cuando canta y deteniéndonos cuando calla, conseguimos caminar un poco más hasta que finalmente observamos su gris silueta volar por encima de las copas de las hayas.

Nos detenemos a la sombra del hayedo para aplacar nuestro hambre con sendos bocadillos y chocolatinas que nos permitirán recobrar la energía necesaria para continuar con el viaje.

Haya trasmocha del hayedo de Sierra Salvada
Una senda de roca y piedra nos lleva entre hayas hasta el comienzo de una ladera repleta de brezo Erica sp. y algunos pinos dispersos. Alcanzamos la cima sin sorpresas, ningún sonido llama nuestra atención pero en lo alto y mientras observamos el panorama que tenemos ante nuestros ojos negras criaturas aladas vuelan de un pino a otro. Con la ayuda de nuestros prismáticos tratamos de confirmar nuestras sospechas. Un ejemplar se posa a varios metros, en las ramas bajas de un solitario pino silvestre y aprovechamos el momento para ver al pájaro más de cerca. Enfocamos y…en efecto, mirlos capiblancos Turdus torquatus.
 Por lo visto, esta especie solo es posible verla por la zona en paso migratorio, época en la cual nos encontramos.

Mirlo capiblanco Turdus torquatus a la sombra de un robusto espino albar.
Son varios los mirlos que sobrevuelan el lugar y abundantes los camachuelos que se oyen en el interior del pinar. Decidimos ir hacia el barranco que tenemos a nuestra derecha, donde no dejan de planear los buitres leonados, para deleitarnos con las vistas. Una vez allí, un cuervo Corvus corax, el señor del roquedo, se posa a escasos metros haciendo trabajar a mi cámara durante varios segundos para, posteriormente, salir volando más allá del barranco.

Cuervo Corvus corax al borde del abismo.
Los aviones roqueros Ptyonoprogne rupestris realizan quiebros imposibles en las alturas y nosotros, abrumados por la imponente belleza de la naturaleza, quedamos mudos, como si el silencio del lugar hubiese invadido nuestras emociones.

La hora nos obliga a regresar, y lo hacemos por el borde del acantilado, sin adentrarnos en ninguna masa forestal, ya que de esta manera llegaremos antes. Durante el regreso escuchamos el canto del bisbita alpino Anthus spinoletta que se mezcla con el de los bisbitas arbóreos. 

Llegamos de nuevo a la ladera nombrada varias líneas más arriba y dado el precioso paisaje que tenemos ante nosotros decidimos descansar y disfrutar de su belleza. La ligera neblina hace parecer que nos encontramos rodeados de entorno salvaje hasta donde alcanza la vista y aunque somos conscientes de que es una ilusión lo sentimos como si se tratara de una realidad.

La virgen y parte del pinar observado desde la ladera
Por un momento, parecemos estar lejos de todo, cerramos los ojos y la brisa calma nuestros sentidos llevándonos hacia un mundo de paz y tranquilidad. Un sonido cercano irrumpe en nuestras mentes y al abrir los ojos vemos un bando de unas catorce chovas piquirrojas surcando los cielos como lo hacían en aquellos maravillosos capítulos de Félix Rodríguez de la Fuente. En formación, 2 ó 3 grupos más pasan por encima de nosotros.

Chovas piquirrojas Pyrrhocorax pyrrhocorax.
 Sentimos que este último encuentro es una bonita despedida para cerrar la jornada y nos ponemos en marcha ladera abajo.

Los acentores comunes Prunella modularis cantan y las collalbas grises Oenanthe oenanthe descansan mientras tratamos de alcanzar la valla de entrada.

Collalba gris hembra Oenanthe oenanthe.
Nos encontramos cara a cara con la mencionada valla y la cruzamos. Durante el descenso nuestras piernas y pies comienzan a darnos buena cuenta del esfuerzo realizado durante todo el día y empiezan a doler levemente. La bajada a de ser rápida si queremos llegar al tren, por lo que seguimos el camino sin apenas prestar atención a lo que nos rodea. 

Finalmente alcanzamos la estación y nos metemos en el tren rumbo a la realidad, rumbo a Bilbao.

Como último apunte recomiendo visitar está sierra llamada Sierra Salvada, ya sea por la ruta del Txarlazo, la de Tologorri, la del salto del Nervión, etc. Un lugar enorme con gran valor ecológico y faunístico. Preciosos paisajes, inmensos acantilados e importantes aves típicas de roquedos como el roquero rojo, vencejo real, alimoche u otras nombradas en esta entrada. Lugar recomendable para perderse y alejarse de todo.


Endika


2 comentarios:

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...