jueves, 6 de octubre de 2011

DE PAJAREO EN LAS CAÑAS I

Los primeros viñedos ya se vislumbraban a través de la ventana del bus. A mi lado, un emocionado Jon que, al igual que yo, tenía el presentimiento de que viviríamos 2 días maravillosos en los llanos navarro-riojanos.
Previamente, tuvimos que bajarnos en Logroño para seguir rumbo a Viana a bordo de un autobús regional, y en ello nos encontrábamos.
Esta zona de la península nos pareció especialmente interesante porque el paisaje es totalmente contrario al que estamos acostumbrados en el Cantábrico. Viñedos, olivares, enormes campos de siega y escasos árboles, tan sólo abundantes alrededor de masas de agua como ríos y embalses.

Los maravillosos olivos (Olea europaea) son muy abundantes en la zona.
Ya en pleno Viana, pueblo de peregrinos e importantes monumentos históricos, nos dirigimos hacia el lugar donde nos tocaría pernoctar durante 2 noches, la Ermita de Cuevas que debía encontrarse a medio camino entre el Embalse de Las Cañas y Viana.
No sería difícil hallarla, sobre todo porque forma parte de un tramo del Camino de Santiago, con lo cual sólo teníamos que seguir a los numerosos peregrinos que por allí se aventuraban.
Así lo hicimos y en poco más de 20 minutos nos encontrábamos en la citada Ermita.
Por el camino, dimos con multitud de pardillos (Carduelis cannabina) y jilgueros (Carduelis carduelis). También eran abundantes las grandes palomas torcaces (Columba palumbus) a las que veíamos volando con bastante frecuencia.
 
Hembra de pardillo común (Carduelis cannabina).
Los majuelos (Crataegus monogyna) adornaban cada rincón con los rojos frutos que portaban, aunque uno de estos majuelos portaba algo más que frutos: un joven alcaudón común (Lanius senator) que permanecía inmóvil a pesar de tenernos a 1 metro de distancia. Puede parecer exagerado, pero alargando el brazo podíamos tocarlo, literalmente. Era precioso, y las fotos que logré realizarle son las mejores que he sacado hasta ahora. Siempre le tendré cariño a este pequeño alcaudón.

Alcaudón común joven (Lanius senator).
Woodchat shrike juvenile.
La cercanía era asombrosa, digna de un jovenzuelo que aún no ha aprendido a temer al hombre.
Nos mantuvimos a una distancia prudencial, medio ocultos, esperando a que apareciera el padre o la madre, pero tal vez este alcaudón ya se valía por si mismo y nos fuimos sin ver a los adultos.

Nuestro querido alcaudón, ahora algo más lejos.
Unos metros más adelante nos topamos con un viñedo de buen tamaño. Sabíamos que era común ver a las perdices rojas (Alectoris rufa) corretear entre las vides, así que probamos suerte, pero no conseguimos dar con ellas. En su lugar observamos unas cuantas cogujadas comunes (Galerida cristata) alimentarse junto a un nutrido bando de gorriones comunes (Passer domesticus).

En los viñedos era necesario fijarse bien para intentar sorprender a las bonitas perdices.
Ya estábamos llegando a nuestro destino. Sabíamos que había algunas construcciones y un arroyo cerca de la Ermita, y las estábamos viendo. Una urraca graznaba encima de una de esas construcciones, dándonos la bienvenida a la que iba a ser nuestra morada durante 2 noches.

Urraca (Pica pica).
El sitio nos gustó, una fresca arboleda llena de moreras (Morus alba) y el introducido árbol del cielo (Ailanthus altissima), una fuente y un buen césped en el que plantar nuestra tienda. Además, un interesante bosquete de pino carrasco (Pinus halepensis) que guardaba la Ermita en su cara Oeste.

Árbol del cielo (Ailanthus altissima).
Tras nuestra pequeña inspección de la zona decidimos seguir caminado hasta Las Cañas, que se encontraba a un cuarto de hora aproximadamente.
La ruta comienza junto al observatorio del Bordón, buen lugar para informarse de cuales son los mejores puntos para avistar determinadas especies.
El principio del itinerario no presagiaba nada bueno. No se oían apenas cantos (tan solo los reclamos de los locuaces gorriones), y los campos aledaños no tenían nada que ver con los que me encontré cuando vine en Junio del año anterior. Numerosas flores y gramíneas que crecían altas y coloridas, pero esta vez sólo quedaban sus segados tallos.

Fotos de Junio del año anterior.
Aspecto de uno de los prados tras la siega.
Después de sobrepasar el primer cuarto de la ruta descubrimos una charca en la que pudimos ver 3 ranas comunes (Pelophylax perezi), concretamente 2 hembras y un macho a los que pude fotografiar a placer.
Un gran bando de cerca de 25 jilgueros no paraba de revolotear en las estribaciones.

Hembra de rana común (Pelophylax perezi).
Allí donde hubiera carrizos, buitrones y carriceros dejaban oír sus reclamos, aunque verles era otro cantar.

Carricero común (Acrocephalus scirpaceus).
No sólo en los carrizos (Phragmites australis) se oían a los buitrones, también en hábitats como el de la foto.
Las omnipresentes palomas torcaces sobrevolaban una y otra vez los bosquetes que rodean el embalse.
Continuamos con el itinerario y en el cielo divisamos una rapaz. Su claro plumaje nos permitió reconocerlo a distancia, un bellísimo macho de abejero europeo (Pernis apivorus) que decidió volar cerca de nosotros.
Esta especie es un interesante ejemplo de especialización. Su alimentación se basa en gran parte en larvas y pupas de himenóptero, principalmente de avispas, avispones y abejorros. Para defenderse de las picaduras a desarrollado una gran densidad de plumas en las patas y duras escamas que le protegen cuando las utiliza para cavar, consiguiendo de esta forma, extraer con el pico el alimento. Su cabeza alargada, uno de los rasgos diferenciadores del similar ratonero común (Buteo buteo), sirve para introducirla cómodamente en las colmenas.
Me encantaría verlo corretear por el suelo cual gallina, vigilando y persiguiendo a las avispas para llegar así, a los preciados panales. Seguro que es todo un espectáculo.

Macho de abejero europeo (Pernis apivorus).
European honey-buzzard male.
Por fin pudimos observar la laguna. Descubrimos decenas de porrones europeos (Aythya ferina), 140 fochas comunes (Fulica atra), unos pocos somormujos (Podiceps cristatus) y zampullines comunes (Tachybaptus ruficollis) con sus crías; algunas garzas reales, garcillas bueyeras y garcetas comunes y la pareja de aguiluchos laguneros (Circus aeruginosus) que planeaba por encima de su territorio custodiándolo ante cualquier intruso. En el centro de interpretación nos comentaron como curiosidad, que esta pareja logró expulsar a tan formidables enemigos como el águila real (Aquila chrysaetos) y el halcón peregrino (Falco peregrinus).

Focha común (Fulica atra).
Hembra de aguilucho lagunero occidental (Circus aeruginosus) fotografíado en Arteaga (Urdaibai).
Somormujo lavanco (Podiceps cristatus).
Cría y adulto de somormujo lavanco (Podiceps cristatus).
Estuvimos todo el día en Las Cañas, hasta la misma noche. Durante la larga jornada descubrimos un buen número de especies entre las que destacan 9 patos colorados (Netta rufina) y 11 tarros canelos (Tadorna ferruginea) que se convirtieron en las estrellas del día.
Los abejarucos (Merops apiaster) y los aviones zapadores (Riparia riparia) sobrevolaban a ras del agua para cazar insectos, realizando espectaculares acrobacias.

2 abejarucos comunes (Merops apiaster).
Admirando las maravillosas escenas que se representaban en el embalse comenzó a atardecer. Decidimos dar una pequeña vuelta para localizar paseriformes antes de que oscureciese demasiado, pero no tuvimos el éxito que esperábamos. Collalbas grises, cogujadas comunes y en los chopos (Populus nigra), ruiseñores bastardos y un reclamo que pensamos podría pertenecer al pájaro moscón, aunque no lo podemos garantizar dada nuestra inexperiencia con la especie.
Vigilé insistentemente el tamarizal con la idea de localizar al críalo europeo (Clamator glandarius) que el año anterior pude ver posado en un taray. Aunque en el Bordón nos dijeron que tanto éste, como el cuco (ambos parientes) se veían mejor en los bosquetes de ciprés común (Cupressus sempervirens).

Críalo europeo (Clamator glandarius).
Ni rastro del triguero, ni de las garzas imperiales. Pero al menos disfrutaríamos de un increíble espectáculo. Con el sol tratando de esconderse en el horizonte y el cielo tornándose rojizo, nos sentamos cómodamente en la hierba a la espera de que sucediera algo, aunque no imaginábamos lo que nos aguardaba.

Somormujo lavanco (Podiceps cristatus).
Atardecer en Las Cañas.
De repente, decenas de aves iniciaron un intercambio que duraría hasta la noche, del Ebro al embalse y del embalse al Ebro. Decenas de garcetas, porrones, ánades, garcillas bueyeras y las garzas reclamando en las alturas convertidas ya en negras siluetas por el poder del crepúsculo. Comenzaba el viaje a los dormideros. Un bando de 80 abejarucos captó nuestro interés. Ruidoso y colorido como un arcoíris, se dirigía a la arboleda donde debía pasar la noche. Nos mantuvimos atónitos hasta que la escasa luz ya no permitía más observaciones. En ese instante, nos levantamos e iniciamos la búsqueda del alcaraván (Burhinus oedicnemus) y del mochuelo (Athene noctua), pues queríamos oírles en la oscuridad.
Nos acercamos a la zona Este del embalse, embriagados por la penumbra que se abalanzaba sobre nosotros, voraz e insaciable. Nos dirigíamos hacia los viñedos y los extensos campos de siega presentes en esta parte de Las Cañas con la intención de escuchar, principalmente, a nuestro primer objetivo, el alcaraván.
Algo que me sorprendió enormemente fue salir a campo abierto y observar que las únicas luces son las de Viana, Logroño y la luna llena, el resto negro.

Viana vista desde el embalse.
Al alcanzar la parte del sendero que pasa entre el embalse y los prados de siega escuchamos al alcaraván. Al principio de forma tenue, pero poco después lo oímos volando muy cerca de nuestra posición. Emitía un reclamo similar al canto, lo que nos facilitó la identificación.
Disfrutamos mucho con este primer encuentro, pero aún faltaba nuestro segundo objetivo, el duende. Anduvimos hacia el observatorio, el cual teníamos cerca, mas al pasar por un bosquete de ciprés común (no con el porte piramidal que algunos estamos acostumbrados a ver en cementerios y alineaciones, si no con un porte horizontal, semejante a un pino), escuchamos varios sonidos. A pesar de no haber oído nunca esos reclamos, llegamos a la conclusión de que eran 3 mochuelos, 2 crías y un adulto. Era curioso ver como en el momento en que nos acercamos a sus crías, trató de despistarnos saliendo fuera del bosquete y reclamando en campo abierto.
Evidentemente, les dejamos en paz, pues no es aconsejable excederse en situaciones así, ni propio de 2 amantes de la naturaleza como nosotros.
Ya junto a la Ermita volvimos a escuchar a esta especie, pero no fue posible verla. En cambio, si fue posible descansar plácidamente para estar preparados para lo que nos esperaba al día siguiente.

Continuará en " DE PAJAREO EN LAS CAÑAS ( II ) "

Endika

3 comentarios:

  1. Estoy a 40 minutos y no la conozco...me habeis animado , a ver si pillo tiempo!
    Muy buena la del crialo, en Navarra no es nada facil de ver!
    Saludos camperos.

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  2. Hola Endika/Jon. Magnífica batería de fotos nos presentais. Fue fructífero el dia de cañas. Enhorabuena por tan buen trabajo. Un abrazo desde Doña Mencía

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  3. Buena serie de pájaros ,el alcaudón joven,me gusta mucho.Saludos amigos

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