La mañana amanece entre cantos de pájaros mientras los primeros y tímidos rayos de sol luchan por entrar a través de la ventana del salón.
El pito real reclama alzando su voz por encima de los locuaces gorriones comunes, lo que me devuelve a la realidad, a la preciosa y amada realidad después de una noche durmiendo en el frío y duro suelo, sin una triste esterilla. La casa está aún sin amueblar y tanto Jon como yo tuvimos que hacer un esfuerzo para poder disfrutar durante dos días de Gibaja.
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Roquedos observados desde el encinar. |
Salgo al jardín y giro mi cabeza hacia el Este para contemplar durante unos segundos el roquedo en el que el día anterior había visto a la pareja de alimoches. Las vistas son excepcionales.
Regreso al interior del piso y me dispongo a desayunar junto a Jon mientras planeamos la jornada.
Decidimos regresar al encinar, pues queremos conocer bien la avifauna existente en ese rincón de Gibaja. Nos ponemos en marcha velozmente, con ganas de comenzar a avistar las primeras aves, aunque la noche nos ha pasado factura.
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Paisaje observado durante la travesía. |
Mientras subimos por la senda observamos diversas planta como
Hyperichum perforatum, una especie que suelo ver con asiduidad. Las observaciones de aves en esta zona no son especialmente buenas, pero nos deleitamos con los reclamos y los cantos de petirrojos, currucas capirotadas, lavanderas blancas...
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Hyperichum perforatum. |
Una paloma torcaz
Columba palumbus sobrevuela la foresta y algún ratonero planea por encima de nuestras cabezas. A lo lejos distinguimos las inconfundibles siluetas de tres milanos negros y un puñado de buitres leonados.
Trato de fotografiar las florecillas que se encuentran en los bordes del camino y mientras lo hago descubro a los pequeños saltamontes que saltan tratando de huir, de los que solo pude identificar al muy común
Chorthippus brunneus.
También tuvimos la oportunidad de observar una mariposa nocturna de hábitos diurnos llamada
Scopula nigropunctata.
Para ser sinceros no estaba siendo un día inolvidable de avistamientos orníticos, así que nos centramos en los insectos. En los claros con
Avena sativa descubrimos decenas de parejas de
Rhagonycha fulva reproduciéndose. Un coleóptero de aspecto extraño pero muy fácil de ver por nuestros campos.
Un macho de gorrión común
Passer domesticus custodia su nido, y tras realizar la foto de rigor proseguimos con nuestro recorrido.
Había una gran número de diminutas flores bordeando la senda, entre ellas, una típica especie de anagálide,
Anagallis arvensis.
En las margaritas mayores
Leucanthemum vulgare se posan un buen número de insectos, como el precioso cerambícido de la foto inferior,
Stenurella bifasciata.
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Stenurella bifasciata. |
Los escasos avistamientos de aves nos obligaron a regresar al pueblo y tratar de descubrir alguna especie más en los prados.
Nuestro primera observación pratense es una confiada urraca
Pica pica que se arregla las rectrices elegantemente. El sol brilla en sus rémiges brindándoles un tono azul metalizado de los más hermoso. Al contrario que las personas de a pie puedan pensar, sobre todo las de ciudad, las urracas no son negras y feas, sino que el color "pío" de su plumaje y las iridiscencias, azuladas en las alas y verdosas en las rectrices de la cola, la convierten en una de las aves más bonitas de nuestra avifauna.
Posadas en las gramíneas encontramos algunas mariquitas, tan habituales como maravillosas. Aunque su simpático aspecto nos recuerde a un pequeño e inofensivo comedor de vegetales, se trata de un formidable depredador de microinsectos tales como pulgas, pulgones, ácaros, etc. Además, utilizan una estrategia similar a la que utilizan algunos reptiles, anfibios, etc. para protegerse de sus predadores (lagartijas y pequeñas aves): el
aposematismo, esto es, el uso de señales para alejar a los enemigos, aunque en el caso de estos seres se trata, por regla general, de un farol.
Es por ello que las amables mariquitas poseen colores vivos como el rojo, el naranja o el amarillo, los utilizan para simular toxicidad. Aún así, existen en el mundo especies de coccinélidos realmente tóxicos, no para los humanos, pero si para las lagartijas y passeriformes que traten de comérselos.
Nos acercamos a la ribera del río Carranza y en los sauces cenizos comenzamos a escuchar los reclamos de un bando de mitos en el que, presumiblemente, se encontraban unos cuantos jóvenes bastante atrevidos que apenas si repararon en nuestra presencia.
Los mitos son unas aves muy interesantes. Por lo que he podido leer, acostumbran a visitar los mismos puntos del bosque en el que viven y lo hacen en grupos familiares.
Tan rápido como aparecen, desaparecen entre el follaje.
Nuevamente, las gramíneas nos obsequian con un pequeño caballito del diablo, el
Platycnemis latipes.
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Platycnemis latipes. |
Ya a punto de irnos a casa, caminamos junto a un pequeño prado rodeado por el encinar. La hierba no es excesivamente
alta, por lo que podemos observar la cabeza de un escribano soteño
Emberiza cirlus que busca comida en el verde a escasos metros de nosotros.
Lejos de asustarse, se posa al descubierto permitiéndome unas fotos irrepetibles en cuanto a proximidad, teniendo en cuenta que no disponemos de ningún elemento que camufle nuestras siluetas.
Mientras anochece en Gibaja, Jon y yo valoramos el viaje y el lugar positivamente. Si bien es cierto que la observación de aves no es fácil, permite buenos avistamientos de rapaces. Asimismo, existen alrededor numerosas zonas que han de ser exploradas puesto que pintan bastante bien, sobre todo para observar especies rupícolas.
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Anochece en Gibaja. |
Endika
Preciosa jornada.ya se ve que os gusta lo que haceis y veis.ademas muy bien recojido y con texto ameno!
ResponderEliminarFelicidades y saludos camperos!
¡Muchas gracias! ¡comentarios como el tuyo nos animan todavía más a seguir aprendiendo y mejorando!
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