LA ARDILLA PROTAGONISTA

Después de la satisfacción por la contemplación de un ave rara por estos lares como la collalba desértica Oenanthe deserti, decidí ascender junto a Jon a Sierra Salvada para disfrutar de las especies comunes y de la naturaleza en general.

Ardilla roja Sciurus vulgaris.

El quejigal pintaba precioso. El quejigo Quercus faginea es un árbol marcescente como el roble melojo Quercus pyrenaica, es decir, mantiene las hojas ajadas en sus ramas durante todo el invierno, dándole al bosque un tono cobrizo. El pico picapinos Dendrocopos major tamborileaba en uno de estos árboles, donde los trepadores azules Sitta europaea también campeaban bastante activos.


Dedicamos un tiempo al bonito y azulado pájaro que pronto fue acompañado por otro ejemplar. Se movían generalmente en las ramas altas, descendiendo en ocasiones por los troncos de corteza cenicienta de los quejigos.

Trepador azul Sitta europaea en la rama de un quejigo Quercus faginea.

Por lo demás, durante la subida hubo poco movimiento de paseriformes y no debían haberse generado corrientes térmicas de manera que las rapaces aún se encontrarían en sus posaderos. Eso sí, nos topamos de bruces con una ardilla roja Sciurus vulgaris que se alimentaba de hayucos en el suelo, ascendiendo asustada súbitamente por un haya Fagus sylvatica para ocultarse parcialmente en las hojas perennes de la hiedra Hedera helix. Se mostraba confiada, permitiéndonos observarla largo rato. Uno de los pocos roedores que cuenta con la simpatía del ser humano.

Ardilla roja escondida entre la hiedra Hedera helix.

Ardilla roja / Katagorria.

Tras este encuentro alcanzamos la cima rápidamente y, una vez allí, un grupo de buitres leonados cicleando nos dieron la bienvenida. El silencio de la sierra era sólo roto por los córvidos. Arrendajos, cornejas negras, chovas piquigualdas, chovas piquirrojas y urracas graznaban pero el ronco cuervo Corvus corax con su señorial reclamo y porte majestuoso imponía su ley en Sierra Salvada.

Buitre leonado Gyps fulvus.

Buitres leonados cicleando.

Con tantos molestos enemigos parecía lógico que las rapaces se mantuviesen alejadas, sin embargo, un milano real Milvus milvus campeaba por la zona sobrevolando el hayedo a baja altura.
En el pasto la flor del azafrán era lo único colorido, acompañado en el estrato arbustivo por los rojos frutos de los acebos hembra. Una estampa muy navideña.

Acebo hembra en Sierra Salvada.

Los enebros Juniperus communis también lucían sus frutos azules, pero donde encontramos un aprovechamiento intenso fueron en las hayas y pinos silvestres que ofrecen un alimento preciado en épocas de escasez a ingentes cantidades de pinzones vulgares Fringilla coelebs y carboneros garrapinos Periparus ater, respectivamente.

Piña de pino silvestre Pinus sylvestris el alimento del carbonero garrapinos Periparus ater.

Carbonero garrapinos Periparus ater alimentándose de las piñas de un pino silvestre Pinus sylvestris.

Carbonero garrapinos Periparus ater.

Sin foto quedan los cantos, maravillosos y mágicos. Cantos cuyo simple disfrute me basta sin necesidad de observar a los cantores. Cantores realmente bonitos, pero algo tímidos en ocasiones.
El zorzal charlo Turdus viscivorus y el camachuelo común Pyrrhula pyrrhula son dos pájaros que sin ser los más virtuosos, son autores de dos de las melodías que más me emocionan de entre nuestra avifauna. Siempre me han parecido cantos enigmáticos, sobre todo gracias a la acústica de los hayedos.
Y de ellos pudimos disfrutar antes de observar fugazmente un zorro rojo Vulpes vulpes que vino a ser la guinda del pastel en una de esas jornadas de campo que, sin grandes concentraciones de ejemplares ni especies raras, nos hace volver a casa felices. Eso es lo importante.

Brezal salpicado por enebros y acebos con el pinar al fondo.

¡Hasta la próxima entrada!